por Luis Ben Andrés
La política es el espacio en que se tratan de resolver los conflictos sociales. La cultura, como fenómeno social, no es ajena a este espacio de resolución. Por otro lado se analiza la existencia de las políticas públicas y su relación con el sector de la cultura sobre todo a través de dos de las más representativas: economía y ordenación del territorio.
La politología considera la política como una práctica o actividad colectiva, que los miembros de una comunidad llevan a cabo. La finalidad de esta actividad es regular conflictos entre grupos. Y su resultado es la adopción de decisiones que obligan —por la fuerza, si es preciso— a los miembros de la comunidad (VALLÉS, 2011). La vocación de la política es actuar como garantía de integración social y de solución de conflictos en el seno de las sociedades humanas. Los conflictos sociales tienen su origen en las diferencias sociales y en las desigualdades, es en este sentido que la política debe actuar para responder a las incertidumbres generadas y a la posibilidad de que los conflictos deriven en situaciones de inestabilidad y violencia. Y aunque la política no puede siempre solucionar los conflictos trata al menos de preservar una relativa cohesión social que garantice la convivencia. La cultura, como hecho social que es en esencia, es un espacio de conflictos y de intereses que muchas veces se contraponen y se enfrentan. En este sentido primigenio de lo político también la cultura es susceptible de ser un hecho político.
Pero lo que nos interesa en este capítulo es el conocimiento de las políticas públicas y la cultura. Acercarnos a las políticas públicas en general, analizar brevemente las principales políticas que desarrollan los gobiernos para más adelante, en los capítulos siguientes, profundizar en políticas sociales y en las estrictamente culturales.
Los gobiernos, todos, deciden o no deciden sobre los problemas, conflictos y necesidades de las sociedades a las que se deben. La combinación de estas decisiones y no-decisiones es lo que constituye una política pública (VALLÉS, 2011). Este mismo autor nos ofrece una definición más completa de política pública a la que concreta como un conjunto interrelacionado de decisiones y no-decisiones, que tiene como foco un área determinada de conflicto o tensión social. Se trata de decisiones adoptadas formalmente en el marco de las instituciones públicas —lo cual les confiere la capacidad de obligación—, pero que han sido precedidas de un proceso de elaboración en el que han participado una pluralidad de actores públicos y privados.
Los elementos que nos interesan destacar y comprobar si se adecuan al sector de la cultura son:
Según el tipo e intensidad con que se ejerce una política pública podemos distinguir cuatro tipos (VALLÉS, 2011):
Tras estos breves apuntes sobre las políticas públicas nos centraremos en dos grandes áreas de las mismas: Economía y ordenación del territorio.
La intervención en lo referido a la economía del Estado en determinados ámbitos de la vida de las personas, los ciudadanos y a las instituciones públicas o privadas se justifica en función de criterios de eficiencia, equidad o estabilidad, o de una combinación de los mismos (SAMUELSON, 1988). Al menos esa es la argumentación que se hace desde el ámbito de la economía política, una argumentación basada en la necesidad que tienen las sociedades de corregir los desfases o fallos que en ocasiones experimentan los mercados. Un autor como Samuelson nos recuerda que no debemos olvidar que la "mano invisible" puede llevar a veces a la economía por la senda equivocada (...) las economías de mercado experimentan fallos, como el monopolio y las externalidades; son propensas a estallidos recurrentes de inflación y desempleo; y, finalmente, la distribución de la renta que se observa en ellas puede resultar inaceptable para los votantes. Estas palabras, escritas con anterioridad a la actual crisis, son la base en que se fundamenta la legitimidad del Estado para intervenir en la economía, la necesidad de corregir las tendencias nocivas que un mercado dejado a su libre funcionamiento puede ocasionar para la vida en común. Obviamente se trata de una postura que admite muchos matices y variantes, desde una intervención mínima en la que la regulación estatal sea exigua para evitar esos males sin atenazar las libertades económicas de los ciudadanos, hasta políticas más intervencionistas y de regulación con altos niveles de planificación y dirección desde lo público en busca de una mayor equidad. En la actualidad nos movemos entre esas dos tendencias, de hecho las propuestas para resolver la actual situación de crisis basculan entre ambas posiciones en sus versiones más o menos radicales. Hasta ahora los Estados modernos han sido una mezcla de mercado con impuestos, gasto y regulaciones. En el futuro más inmediato nos encontramos ante un escenario de incertidumbres en el que múltiples batallas quedan por decidir qué modelo de paradigma económico nos dejará la actual crisis. Brevemente, las políticas estatales de regulación, como indicamos al principio, son:
El IVA en Europa
Como podemos ver en estas breves líneas, las políticas públicas económicas también afectan al sector de la cultura. La realidad es que nos encontramos con lo que los economistas denominan un sistema de economía mixta en el que el mercado determina precios y producción pero en el que el Estado mantiene aún un importante papel regulador. En palabras de Samuelson (1988) Dirigir una economía sin el Estado y sin el mercado es como tratar de aplaudir con una mano.
Se suele sostener que las políticas de ordenación del territorio son distintivas del Estado del bienestar y que surgen como éste en los países europeos y occidentales tras la Segunda Guerra Mundial (HILDENBRAND, 1996) En 1983 se aprueba la
En cualquiera de estos ámbitos la cultura, en diversos grados y aspectos, tiene algo que decir. Las industrias culturales forman parte del sistema productivo, el patrimonio es parte esencial del territorio físico, las redes de conocimiento tiene un componente cultural importante y, por último, ya nadie entiende a las ciudades sin sus variables culturales desde los monumentos que dan centralidad, los equipamientos que dan servicios, los agentes culturales que dan vida y sobre todo no se entiende la ciudad sin su potencial de creatividad.
Las políticas públicas territoriales se marcan objetivos que aspiran al medio y al largo plazo y este es un hecho en el que coincide con las políticas culturales. La cultura se basa, en ciertos aspectos, en los hábitos de las personas. Por ejemplo si pretendemos fomentar la lectura, un hábito cultural, no podemos pensar en acciones cortoplacistas, las políticas de fomento de la lectura están ligadas a plazos temporales mayores.
Por otro lado se puede afirmar que para la vida de las ciudades la ordenación territorial, en el sentido amplio que manejamos, es una política pública esencial. Algunos urbanistas ligan la problemática de la planificación urbana al espacio público (BORJA, 2003) como factor de construcción de ciudad y ciudadanía con las connotaciones culturales que históricamente tiene el espacio público.
1. Boletín Informativo de Cine. Año 2011. Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. www.mcu.es
2. CARTA EUROPEA DE ORDENACIÓN DEL TERRITORIO. Consejo de Europa. Conferencia Europea de Ministros Responsables de la Ordenación del Territorio. www5.uva.es
BORJA, Jordi. El espacio público: ciudad y ciudadanía. Zaida Muxí (col.). Barcelona: Diputació; Electa, 2003. 415 p. ISBN 84-8156-343-9.
HILDENBRAND SCHEID, Andreas. Política de ordenación del territorio en Europa. Sevilla: Universidad; Consejería de Obras Públicas y Transportes, [1996]. 541 p. ISBN 84-472-0315-8.
IZQUIERDO CASTILLO, Jessica. Distribución y exhibición cinematográfica en España: un estudio de situación del negocio en la transición tecnológica digital. Tesis doctoral [en línea]. Javier Marzal Felici; Francisco J. Gómez Tarín (dirs.). Universitat Jaume I, Castellón, 2007. 655 p. Disponible en: www.tdx.cat
SAMUELSON, Paul A.; NORDHAUS, William D. Economía. Madrid: McGraw-Hill, 1986. 1100 p. ISBN 978-84-7615-122-8.
VALLÈS, Josep Mª. Ciencia política: una introducción. 8ª ed. Madrid: Ariel, 2010. 423 p. ISBN 978-84-344-1717-5.